El periodismo que viene y la generación perdida

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“Si alguien sabe de algún medio de comunicación que esté buscando gente, os agradeceré que me lo hagáis saber. Me gradué el año pasado en periodismo pero no encuentro nada. Quiero trabajar, me gusta mucho el periodismo”. Me topé con este mensaje en Twitter hace algunos meses. Le respondían animándole y muchos le explicaban sus experiencias. Algunos de ellos relataban su situación actual, trabajando en otros empleos, la mayoría precarios, pese a contar con un título universitario y una formación muy alejada de lo que realmente estaban realizando por necesidad. Es una situación que se ha generalizado a marchas forzadas, a un ritmo frenético. No es el mejor momento para la profesión, ni mucho menos. Y lo que puede venir, una vez se logre superar la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, parece ser aún peor. Mejor no imaginarlo.

Los medios de comunicación cierran, recortan plantillas y cada vez recurren en mayor medida a las agencias. Es el mejor recurso en estos tiempos en que pocos medios se pueden permitir el lujo de enviar a uno de sus trabajadores a cubrir una rueda de prensa o cualquier otro acto noticiable. Las puertas se cierran cada vez a mayor velocidad y esa situación, lamentablemente, es la que se encontrarán los próximos jóvenes que salgan de la facultad con el título de periodismo bajo el brazo.

Leía hace unos días un artículo de opinión en ‘La Voz de Galícia’, escrito por Cristina Vázquez. Hablaba de las pocas oportunidades laborales que han tenido los jóvenes que tienen alrededor de 30 años, después de lograr su carrera y que, ahora, cuando algunos han conseguido un trabajo digno, el Covid-19 amenaza con volvérselo a quitar. Llamaba a estos jóvenes la “generación casi”, la que casi había podido tener un sueldo digno y casi había podido disfrutar de un trabajo estable. Y si esta era la generación del casi, permitidme que yo os presente a la “generación perdida”. No la que aparece en la canción de Amaral, sino una que, sin ánimo de ser catastrofista, difícilmente podrá realizar sus sueños.

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Será (o es) una generación que deberá convivir con la frustración. Es duro, pero el futuro tan incierto que nos espera y la crisis económica que se avecina obliga a todos estos jóvenes, que salen ahora o saldrán en los próximos años de la universidad con su título en la mano, a cambiar su mentalidad. Deberán ser más fuertes aún que la “generación casi”, que, dicho sea de paso, no va a quedar fuera de los efectos colaterales del coronavirus. ¿Y qué solución tiene todo esto? Difícil. Es muy complejo poder pronosticar por donde irán los tiros, pero parece que se deberá seguir potenciando la figura del periodista freelance, porque difícilmente las empresas, tanto de ámbito privado como público, se arriesgarán a ampliar sus plantillas.

Con todo este panorama, la mentalidad positiva será la única salida. Eso será un intangible. Evidentemente, las instituciones deberán mojarse, mostrar interés por reflotar este sector tan maltratado e incomprendido, en el que, para más inri, el intrusismo laboral está a la orden del día. Si la clase política no se implica, no hay futuro posible para la profesión. Una profesión que, indudablemente, ha demostrado ser necesaria e imprescindible en nuestras vidas.

El mundo de la comunicación es mágico. Trabajemos para que no se apague su luz.  

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Moisés Garcia Arenas
Graduado en Comunicación

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