Los principales argumentos de las pymes para no contratar a un community manager
por Redacción
en Estrategias
La digitalización empresarial es un proceso importante e inevitable pero al que algunas compañías aún se resisten pese a tener asimilado que tarde o temprano tendrán que sumarse a él. En la actualidad son pocas marcas que de verdad hayan dado el paso y estén apostando por el mundo 2.0. Una de las principales razones es que el tejido empresarial de nuestro país está formado por pymes a las que les cuesta entender el valor que pueden tener los social media en el desarrollo de su negocio.
Incluso entre aquellas pequeñas empresas que deciden buscar ayuda y contratar a un community manager nos encontramos con muchos prejuicios que no sólo entorpecen la labor del profesional, sino que disminuyen la efectividad de sus acciones haciendo que a la larga la compañía acabe prescindiendo de su trabajo. En Agenciasdecomunicacion.org hemos querido rebatir las principales excusas que argumentan las marcas ante la idea de contar con un experto en social media:
• “Cualquier persona sirve». La mayoría de pymes acaban dejando sus perfiles sociales corporativos en manos del trabajador que tenga menos tareas a su cargo, sin tener en cuenta si esta persona posee los conocimientos necesarios para actuar como un community manager
• «Si hay que contratar a alguien, mejor un becario». La necesidad de abaratar costes hace que las marcas opten por contar con estudiantes en prácticas para que desarrollen y gestionen su presencia en los social media, ignorando que están poniendo la reputación de sus marcas en manos de quién menos las conoce, eso sin contar que este tipo de contratación suele tener una duración corta por lo que en pocos meses habrá que buscarle un substituto y empezar de cero. Unos cambios que los usuarios notarán y que les pueden llegar a desconcertar, impidiendo así que se produzca su fidelización.
• «Invertir en esto es tirar el dinero». Cuando no se lleva una gestión profesionalizada, las acciones que se acaban implantando pueden no lograr el éxito deseado. Una falta de planificación y análisis de resultados lleva a actuar por intuición y a dar tumbos sin éxito, lo que hace desconfiar a la directiva y confirmar sus sospechas de que no vale la pena destinar una parte del presupuesto a este tipo de servicios.
• «Con 200 euros es suficiente». Son muchas las marcas que piensan que ser un community manager significa subir un comentario en Twitter, responder a un usuario en Facebook y subir fotos de producto. Ante este argumento se niegan a invertir, lo que les lleva a personas poco preparadas y a unos resultado mediocres.
• «Si no se publica cada mes no pasa nada». Nos encontramos con dos tipos de empresas, las que ni se preocupan por lo que aparece en sus redes sociales o las que quieren ser ellas las que marquen cada nueva inclusión. En el segundo caso se produce una ralentización del trabajo del community manager que debe esperar el visto bueno de todas sus ideas y esto hace que el objetivo de mantener actualizados a diario los perfiles acabe siendo una utopía.
• «Como lo del Facebook es fácil, puede hacer más cosas». El poco valor que se da al trabajo de un community manager lleva a que algunos tengan que cargar con trabajo extra, muchas veces ni relacionado con su formación, porque desde Dirección no se comprende que su trabajo es más que subir un post, es buscar tendencias, seguir el mercado y a la competencia, crear campañas creativas, buscar imágenes, dialogar con los usuarios, atraer a influencers y una larga lista de tareas que no se hacen en 5 minutos.
• «¿Si lo que quiero es tener Twitter por qué tengo que cambiar mi web?». Si vamos a apostar por nuestra marca, sacarla a pasear y lucirla tendrá que estar lo más bonita y perfecta posible. No podemos defender en las redes que somos una empresa innovadora y tener una web corporativa de hace 8 años, totalmente estática y no apta para visualizarla en los dispositivos móviles.
• «Llevamos un mes y no tengo 10.000 seguidores». Una estrategia de social media ni se aplica en dos días, ni da sus frutos en una semana. Hay que tener paciencia.